Primera homilía del papa Francisco. Exhorta a los cardenales a construir una Iglesia sobre piedras vivas ungidas por el Espíritu Santo
Por Redacción
CIUDAD DEL VATICANO, (Zenit.org) – Esta tarde, a las 17 horas, en la Capilla Sixtina, el santo padre Francisco ha celebrado la Santa Misa pro Ecclesia (por la Iglesia) con los cardenales electores que han participado en el Cónclave.
En el curso de la Celebración Eucarística, tras la proclamación del Santo Evangelio, comentando las lecturas (Primera lectura: Is 2, 2-5; Segunda lectura: 1 Pt 2, 4-9; Evangelio: Mt 16, 13-19), el papa Francisco ha pronunciado la homilía que pulicamos a continuación.
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En estas Lecturas veo que hay algo en común: es el movimiento. En la Primera Lectura el movimiento en el camino; en la Segunda Lectura, el movimiento en la edificación de la Iglesia; en la tercera, en el Evangelio, el movimiento en la confesión. Caminar, edificar, confesar.
Caminar. «Casa de Jacob, venid, caminemos en la luz del Señor» (Is 2,5). Esta es la primera cosa que Dios ha dicho a Abrahan: Camina en mi presencia y se irreprensibile. Caminar: nuestra vida es un camino y cuando nos detenemos, la cosa no va. Caminar siempre, en presencia del Señor, a la luz del Señor, tratando de vivir con aquella irreprensibilidad que Dios pedía a Abrahan, en su promesa.
Edificar. Edificar la Iglesia. Se habla de piedras: las piedras tienen consistencia; pero piedras vivas, piedras ungidas por el Espíritu Santo. Edificar la Iglesia, la Esposa de Cristo, sobre aquella piedra angular que es el mismo Señor. He aquí otro movimiento de nuestra vida: edificar.
Tercero, confesar. Podemos caminar todo lo que queramos, podemos edificar muchas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, la cosa no va. Nos convertiremos en una ONG asistencial, pero no en la Iglesia, Esposa del Señor. Cuando no se camina, uno se detiene. Cuando no se edifica sobre piedras ¿qué sucede? Sucede lo que ocurre a los niños en la playa cuando hacen castillos de arena, todo se viene abajo, no tiene consistencia. Cuando no se confiesa a Jesucristo, me viene a la mente la frase de Léon Bloy: “Quien no reza al Señor, ora al diablo”. Cuando no se confiesa a Jesucristo, se confiesa la mundanidad del diablo, la mundanidad del demonio.
Caminar, edificar-construir, confesar. Pero la cosa no es tan fácil, porque en el caminar, en el construir, en el confesar, a veces hay sacudidas, hay movimientos que no son precisamente movimientos del camino: son movimientos que nos tiran para atrás.
Este Evangelio prosigue con una situación especial. El mismo Pedro que confesó a Jesucristo, le dice: Tu eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo. Yo te sigo, pero no hablemos de Cruz. Esto no tiene nada que ver. Te sigo con otras posibilidades, sin la Cruz. Cuando caminamos sin la Cruz, cuando edificamos sin la Cruz y cuando confesamos a un Cristo sin Cruz, no somos discípulos del Señor: somos mundanos, somos obispos, sacerdotes, cardenales, papas, pero no discípulos del Señor.
Yo querría que todos, tras estos días de gracia, tengamos el coraje, precisamente el coraje de caminar en presencia del Señor, con la Cruz del Señor; de edificar la Iglesia sobre la sangre del Señor, que se ha derramado sobre la Cruz; y de confesar la única gloria: Cristo Crucificado. Y así la Iglesia irá adelante.
Yo auguro a todos nosotros que el Espíritu Santo, por la oración de Nuestra Señora, nuestra Madre, nos conceda esta gracia: caminar, edificar, confesar a Jesucristo Crucificado. Así sea.
En 1999, el periodista Horacio Verbisky dio a conocer la historia de dos sacerdotes jesuitas, secuestrados y torturados en Argentina, después de que perdieron su licencia, por orden de Jorge Mario Bergoglio.
Jorge Mario Bergoglio, el argentino que se convirtió en el nuevo Papa de la Iglesia Católica (Francisco I), fue señalado por el periodista argentino Horacio Verbisky de haber apoyado a la dictadura militar en Argentina entre 1976 y 1982.
Bergoglio negó protección a jesuitas secuestrados por el gobierno de facto.
En el libro El Silencio, Verbisky (Editorial Sudamericana, 2005) cuestionó a Bergoglio por haber delatado y retirado la licencia a los sacerdotes jesuitas Francisco Jalics y Orlandio Yorio.
Los dos sacerdotes fueron secuestrados y torturados por un grupo de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), poco después de perder la protección por orden de Bergoglio. Los curas, entrevistados por Verbisky, sospecharon que el hoy nuevo Papa los había delatado.
En 1999 el periódico Página 12, publicó un texto titulado “La llaga abierta”, en el que cuestionó: “¿Padre, qué hiciste tú durante la Guerra Sucia?”
Esto dice el texto de Verbisky que apareció en la edición del 9 de mayo de 1999.
La designación del monseñor Jorge Bergoglio como arzobispo de Buenos Aires y su prevista exaltación al cardenalato, han reabierto en la Iglesia Católica el siempre latente debate sobre la conducta de sus jerarquías durante la guerra sucia militar contra la sociedad argentina de la década del 70, publicó Verbisky en mayo de 1999 en Página 12.
El sacerdote Orlando Yorio, quien durante cinco meses de 1976 estuvo secuestrado junto con su colega Francisco Jalics en la Escuela de Mecánica de la Armada, dice que Bergoglio, quien desde 1973 había sido su superior inmediato como Provincial de la Compañía de Jesús, “no nos avisó del peligro en ciernes” y “tampoco tengo ningún motivo para pensar que hizo algo por nuestra libertad, sino todo lo contrario”.
El periodista argentino buscó a Bergoglio para que respondiera a las acusaciones; sin embargo, ésta llegó en forma de homilía:
Vestido con un viejo traje gris, cerrado con un cuello de celuloide blanco sobre la camisa oscura como única identificación sacerdotal, Bergoglio calza unos gastados y brillosos zapatos negros. Si estas cuestiones debieran dirimirse por impresiones personales, el Arzobispo correría con ventaja.
Habla con el lenguaje llano de Buenos Aires, pero sin los constantes lunfardismos de su predecesor, Antonio Quarracino. Delgado, con un mechón de pelo gris que cae sobre su frente y le da un aire juvenil a sus 62 años, tiene algo de Fred Astaire o Stan Laurel.
Es cálido y persuasivo, muy parecido al retrato que pintan sus ex compañeros jesuitas que hoy lo aborrecen. De nada de eso está dispuesto a hablar. “Le doy esto para que me conozca”, dijo mientras entregaba una copia de su homilía en la Misa Crismal del 1º de abril de este año.
Ese texto espiritualista se refiere a “la unción con el aceite perfumado, que es símbolo de gozo y alegría”. Redactado semanas antes de que se iniciara esta polémica, contiene referencias a “las dificultades y conflictos que suelen suscitarse entre nosotros sacerdotes”.