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18 mayo, 2024

JESÚS DELGADO

imageLas conclusiones son tan categóricas como sobrecogedoras: el fundamentalismo religioso, esa “forma de fe defensiva que se origina en el temor y en el terror a la extinción”, no va a desaparecer y, por el contrario, en algunos lugares se afianza y en otros se vuelve más extremo.

Esto asegura la escritora británica Karen Armstrong, experta en religiones, quien sostiene además que entre los rasgos de los fundamentalistas está el de que “ven siempre la conspiración por todas partes y a veces están poseídos por un frenesí que parece demoniaco” (“Los orígenes del fundamentalismo en el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam, la intolerancia religiosa frente al progreso”, Tusquets, p. 450)

He aquí parte del cuadro del presente siglo de lo que algunos estudiosos han denominado como “la revancha de Dios” frente a la secularización que supone la modernidad (Gilles Kepel, citado por Enzo Pace y Renzo Guolo en “Los Fundamentalismos”, Siglo XXI Editores, p. 133)

Todo lo anterior, a propósito del genocidio que desde hace más de 60 años está perpetrando el sionismo de Israel en Palestina, pero que hasta ahora, gracias a la tecnología informática, se ha conocido con toda su bestial crudeza y ha merecido duras condenas y criticas.

A partir de la tesis de Armstrong, cualquiera se preguntaría ¿a qué le teme el gobierno nacionalista-religioso de Benjamín Netanyahu si es superior económica y militarmente frente al palestino?; ¿cuál es su terror si cuenta con armas nucleares y el apoyo de Estados Unidos?

A decir de algunos estudiosos, en la conciencia sionista actual todavía giran los capítulos de las persecuciones judías por parte de campesinos durante el llamado “período clásico” o “rabínico”; fueron revueltas populares de gente explotada, víctima de opresión extrema (labriegos rebeldes que, como castigo, eran empalados), siendo la más sonada la masacre de Chmielnicki, en Ucrania (1648). Pero la conciencia taladra no en calidad de verdugos, sino de supuestas víctimas de corrientes antisemitas (como las palestinas, también explotadas, oprimidas, “refugiadas” en su propio país… el “enemigo” ad hoc, pues, al que hay que exterminar antes de que suceda lo contrario y se impida la “Rendención»)

Si esto es en parte así, tiene razón Armstrong cuando afirma que si un paciente revela similares fantasías de conspiración paranoicas y vindicativas a un terapeuta, con seguridad le diagnosticarán neurosis o esquizofrenia.

Pero para eso el nacionalismo-religioso israelí dispone de nutrida recua de propagandistas que todo lo justifican y, peor, ven en los movimientos y manifestaciones antigenocidas el surgimiento de un nuevo “antisemitismo”: el de la izquierda académica, un elogio a la estulticia por parte de quienes hablan de guerra y no de genocidio porque pone a todos los que se oponen a éste y lo condenan, el saco asesino y racista de Hitler.

Tampoco son sorpresa los argumentos del mandatario estadounidense Barack Obama y de la segunda de a bordo, Hillary Clinton, en el sentido de que Israel “se está defendiendo” tras el asesinato de tres jóvenes judíos: son idénticos a los que que utilizó George Bush -sí, el mismo que hizo la guerra a su ex socio petrolero Osama Bin Laden por órdenes de Dios- para justificar la invasión sionista en los campos de refugiados palestinos de Cisjordania, la misma complicidad que se dio en las ocupaciones en 1982 y, antes, en 1967.

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