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26 abril, 2024

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CDMX, a 3 de Noviembre de 2017.- José Mariano Leyva, director del Fideicomiso Centro Histórico de la Ciudad de México; José Enrique Ortiz Lanz; coordinador Nacional de Museos y Exposiciones; Patricia Ledesma, directora del Museo del Templo Mayor; Miguel Ángel Mancera, jefe de gobierno capitalino; María Cristina García Cepeda, titular de la Secretaría de Cultura; Eduardo Matos Moctezuma, profesor emérito del INAH; Diego Prieto, director general del INAH, y Raúl Barrera, responsable del Programa de Arqueología Urbana, durante el recorrido inaugural. Foto: Héctor Montaño, INAH.

*** El Cuahxicalco, una estructura circular de la que sobresalen cabezas de serpiente; los restos de un árbol sagrado y piezas contenidas en ofrendas se añaden a la visita

*** La muestra Revolución y estabilidad conmemora el 30 aniversario del museo y los 40 años del Proyecto Templo Mayor, impulsado por el profesor Eduardo Matos

Enclavada en el corazón de la Ciudad de México, la Zona Arqueológica del Templo Mayor cuenta ahora con un vestíbulo que permitirá un acceso controlado a los vestigios del también llamado Huey Teocalli y brindará un mejor servicio a sus visitantes. Entre 700 y mil personas recibe diariamente este sitio arqueológico, el quinto con mayor afluencia del país.

El área introductoria a las ruinas del Templo Mayor y su museo, fue abierto al público este viernes 3 noviembre por la secretaria de Cultura, María Cristina García Cepeda; el jefe de gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera, y el director general del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el antropólogo Diego Prieto Hernández.

En este marco también se inauguró la exposición Revolución y estabilidad, que conmemora dos importantes efemérides, el 30 aniversario del Museo del Templo Mayor y los 40 años del proyecto homónimo, “que ha dado un nuevo rostro del mexica”, dijo el creador de esta iniciativa arqueológica, el profesor Eduardo Matos Moctezuma, investigador emérito del INAH y próximo a recibir el doctorado honoris causa por la UNAM.

La secretaria de Cultura reconoció la labor que a lo largo de los años ha realizado Eduardo Matos al “buscar en nuestras raíces prehispánicas la identidad del pueblo mexicano”; así como a los equipos de los dos proyectos que tuvo a bien consolidar, el del Templo Mayor (PTM) y el del Programa de Arqueología Urbana (PAU), cuyo esfuerzo está detrás de la materialización de este reciente espacio.

Ahora, tras cruzar la Plaza Manuel Gamio —quien identificó los primeros vestigios del Templo Mayor en 1913— y descender unas escaleras, se entrará directamente en “tierra sagrada”, comentó el director general del INAH, Diego Prieto, toda vez que el nuevo acceso pone al visitante a los pies de la estructura más importante del recinto sagrado tenochca, donde residían sus dioses tutelares: Tláloc y Huitzilopochtli.

Recalcó que la obra acometida por el INAH ha involucrado a una infinidad de profesionales: ingenieros, arquitectos, arqueólogos, restauradores, biólogos, antropólogos físicos, museógrafos y personal técnico, por mencionar algunos. También reconoció el apoyo del Gobierno de la Ciudad de México para trabajar juntos en la puesta en valor de un espacio que es considerado por muchos, el ombligo no sólo de la ciudad, sino del país, como atestigua que el Museo del Templo Mayor sea el tercero más visitado de la República.

Miguel Ángel Mancera, jefe de gobierno capitalino, comentó que el nuevo acceso al Museo del Templo Mayor pone fin a la obra pública que conecta a las calles Guatemala y Argentina del Centro Histórico.

Nuevos espacios

Al dar un recorrido por el vestíbulo del Museo del Templo Mayor, el arqueólogo Raúl Barrera Rodríguez, detalló a la comitiva que éste permite al público desplazarse sobre un área 50 m de longitud y 24 m de ancho, a una profundidad variable de 5 a 7 m con respecto al piso de la Plaza Manuel Gamio. Su puesta en valor implicó retirar una cantidad ingente de tierra y escombro, lo que requirió 600 viajes de camiones de volteo.

El responsable PAU, equipo que excavó este lugar entre 2009 y 2012, explicó que lo primero que el visitante observará son los restos de un piso hecho con grandes bloques de piedra andesita, que corresponde a una parte de la plaza frente a Templo Mayor, levantado en el gobierno del tlatoani Ahuízotl, entre 1486 y 1502.

También es posible apreciar una sección del Cuauhxicalco, ‘lugar del recipiente de águila’, una estructura circular de aproximadamente 17 m de diámetro y decorada con esculturas en forma de cabeza de serpiente y cuya escalinata está del lado poniente. Esta plataforma, relacionada con ceremonias del fuego y las exequias de los dignatarios mexicas, pertenece al mandato de Moctezuma Ilhuicamina, entre 1440 y 1469, detalló el investigador del INAH.

En el extremo sureste del Cuauhxicalco se observan los restos de un encino: el xócotl o árbol sagrado de los mexicas que, de acuerdo a la cosmovisión de este pueblo, comunicaba el plano terrestre con el inframundo y el cielo. Luego de un proceso de conservación que dilató dos años, este vestigio único vuelve a lucir en su sitio original, contenido en una especie de arriate estucado, también prehispánico.

Barrera Rodríguez estima que en un mediano plazo el recorrido por el vestíbulo se ampliará para mostrar un piso elaborado con bloques en bajorrelieve, el cual guarda relación con el adoratorio a Huitzilopochtli y tiene imágenes alusivas a la Guerra Sagrada, al sacrificio y la muerte: serpientes reptando, guerreros con la serpiente de fuego (xiuhcoatl) en mano y decapitados, entre otros.

En las vitrinas dispuestas en el nuevo acceso, el público podrá admirar piezas recuperadas por los equipo del PAU y del PTM: sahumadores con mangos en forma de cabeza de serpiente, una “ofrenda de autosacrificio”, consistente en un par de platos con navajillas al interior; puntas de proyectil y malacates miniatura en obsidiana; cetros en forma de venado y de serpiente, y representaciones de deidades como Xiuhtecuhtli y Tláloc.

El montaje del vestíbulo incluye maquetas, cédulas y video sobre cómo el Templo Mayor era la imagen del propio imperio mexica, de manera que fue ampliándose conforme Tenochtitlan adquiría poder. Además de las taquillas de atención al visitante, quien lo desee puede adquirir sus boletos de manera electrónica mediante un par de módulos dispuestos en la entrada.

Revolución y estabilidad

La directora del Museo del Templo Mayor, Patricia Ledesma Bouchan, comentó que la exposición conmemorativa Revolución y estabilidad se organizó como una metáfora de las ofrendas que los mexicas brindaban a sus dioses, de suerte que varios investigadores y los equipos del PTM y del PAU “ofrendan” ahora los conocimientos obtenidos a través de la infinidad de materiales recuperados durante las exploraciones arqueológicas.

Ledesma señala que también es un reconocimiento a la sociedad mexicana que ha acompañado al Museo del Templo Mayor en todos estos años, “sin duda el descubrimiento de Coyolxauhqui y el inicio del proyecto arqueológico son momentos inolvidables”, expresa; y también es un homenaje, por parte de los profesionales formados en esta iniciativa de investigación, al profesor Eduardo Matos Moctezuma, el “tlatoani” que ha dirigido esta empresa del conocimiento.

Revolución y estabilidad se compone de 10 módulos distribuidos en las salas temporales del Museo del Templo Mayor, en los que con la selección de más de un centenar de piezas arqueológicas cada investigador trata los aportes en su ramo. A esto se suma, la selección de “obras maestras” que se encuentran en las distintas salas del recinto, una labor que estuvo a cargo del propio arqueólogo Eduardo Matos, así como de la curadora y directora del museo, Judith Alva y Patricia Ledesma, respectivamente.

Además de apreciar piezas emblemáticas como el Caracol de piedra encontrado en la parte posterior del Templo Mayor; el Guerrero águila, que representa a la orden de guerreros del culto a Huitzilopochtli, la olla de barro pintada de azul con el rostro del dios del agua, Tláloc, entre otras; el público apreciará urnas que contenían los restos de guerreros y cinco cráneos recuperados del Huei Tzompantli.

En cuanto a los temas de los investigadores, la directora del Museo del Templo Mayor resalta la armonía entre los mismos, lo que permitió concatenar aspectos como el trabajo en concha con el de lapidaria, los de flora y fauna con los relativos a los cultos funerarios, y a éstos con los aspectos de la restauración de piezas tan diversas. “Es una sinergia que demuestra el vínculo del trabajo individual para obtener la visión de un todo: en este caso la cosmogonía del pueblo mexica”.

La exposición, que permanecerá hasta junio de 2018, incluso romperá las fronteras del museo, pues en la calle Argentina el transeúnte podrá observar una muestra fotográfica de los trabajos del PTM, liderado por el arqueólogo Leonardo López Luján desde 2007. De estos cabe resaltar la excavación de las complejas ofrendas dispuestas en torno al monolito de la diosa de la tierra, Tlaltecuhtli.

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