
Toluca, Méx.– Detrás de estadísticas, carpetas de investigación y expedientes fríos, existen historias que duelen. Una de ellas es la de Alondra Hernández González, mujer mexiquense que sobrevivió a un presunto intento de feminicidio, y que hoy levanta la voz para exigir justicia y protección para ella y su hija.
La noche que cambió su vida
Según el testimonio de Alondra, todo ocurrió la noche del 11 de abril, cuando su entonces pareja, Jesús N., llegó a casa bajo los efectos del alcohol y con una actitud agresiva. Los insultos —relata— comenzaron mientras sus hijos dormían, pero pronto se convirtieron en golpes.
Alondra intentó salir del cuarto para evitar que su hija presenciara la escena; sin embargo, señala que en ese momento la agresión escaló: fue golpeada, arrastrada, pateada y arrojada contra tabiques. La violencia la dejó inconsciente.
Despertó —cuenta— ensangrentada, sin poder cerrar la boca y con un dolor insoportable. Minutos después, él le arrebató el teléfono para evitar que pidiera ayuda. Solo hasta que insistió, accedió a llevarla con un médico.

El diagnóstico fue contundente: triple fractura de mandíbula y fractura de cóndilo, lesiones que la obligaron a pasar meses sin poder alimentarse y someterse a dos cirugías reconstructivas.
Tres meses de silencio y amenazas
Durante semanas, guardó silencio. De acuerdo con su versión, la familia de él le pidió que no denunciara y que “desapareciera” algunos días para ocultar lo ocurrido. Inventó explicaciones para sus hijos e intentó seguir adelante, pero el miedo y el dolor terminaron por romperla.
Finalmente, Alondra presentó una denuncia formal ante la Fiscalía General de Justicia del Estado de México en contra de su agresor. Ahí comenzó una nueva batalla: amenazas, miedo y la separación de su hija.
Ella asegura que su ex pareja ha aprovechado recursos e influencias para tratar de inclinar el proceso a su favor. Hoy su exigencia es clara: justicia, seguridad y la restitución de la custodia de su hija.
Una voz que necesita ser escuchada
Este medio conversó directamente con Alondra, revisó su declaración y confirmó la existencia de la denuncia. Narrar historias como la suya no es fácil ni debe tomarse a la ligera; implica responsabilidad y respeto.
Su caso recuerda que cada carpeta judicial representa una vida al límite y que miles de mujeres enfrentan procesos desgastantes para lograr algo tan básico como ser protegidas.
Alondra sobrevivió, pero aún lucha. Y su mayor temor —dice— es que su historia quede sepultada entre expedientes.
Su petición es simple pero contundente:
que la justicia llegue, que su hija esté segura y que ninguna mujer tenga que vivir lo que ella vivió.


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